📆31 mayo
🕑 19:00h, 20:00h y 21:00h
📍 Centro Botín
🎟️ entradas.centrobotin.org
📷 Áureo Gómez
La danza, ese lenguaje del cuerpo que atraviesa palabras, normas y fronteras, encuentra una nueva dimensión en “Fronterizas in-visible”, una experiencia escénica que propone mirar más allá de los ojos. El próximo 31 de mayo, el Centro Botín acogerá esta obra singular e inclusiva, con tres funciones consecutivas a las 19:00h, 20:00h y 21:00h, en las que el público será invitado a sentir la danza desde otros sentidos, en un espacio de oscuridad compartida.
La propuesta nace como una adaptación de la pieza original “Fronterizas”, de la bailarina y coreógrafa Mari Paula (@maripaula_____), desarrollada en colaboración con Iara Solano Arana, creadora e investigadora escénica con formación en Artes Escénicas Europeas. Juntas han tejido una coreografía que no se baila solo con el cuerpo, sino también con el oído, la piel y la imaginación. Porque en “Fronterizas in-visible”, la oscuridad no es una limitación, sino un lienzo. No una ausencia, sino una nueva forma de estar.
El proyecto tiene una vocación profundamente inclusiva y sensorial. Está especialmente pensado para convocar al colectivo de personas con ceguera o baja visión, pero también a quienes desean explorar la danza más allá del sentido de la vista. En esta oscuridad escénica, todas las personas, independientemente de su capacidad visual, están en pie de igualdad. La coreografía sucede alrededor, a través del sonido, de la respiración compartida, del roce de los movimientos que se intuyen. Es una forma de arte que se escucha con la piel y se siente con el cuerpo entero.
“Fronterizas in-visible” propone además un gesto político y poético: romper con la hegemonía de la mirada en las artes escénicas. En una época saturada de imágenes, esta experiencia plantea una pausa, una rendija hacia lo invisible, donde lo sensorial se vuelve protagonista y lo simbólico adquiere una nueva profundidad. Se trata de una frontera borrada —entre ver y no ver, entre bailar y ser bailado— que nos obliga a reconectar con lo esencial.
Este viaje escénico es también una invitación al riesgo, a dejarse guiar por el cuerpo sin los mapas habituales, a confiar en el espacio y en la escucha como herramientas de percepción. Quienes asistan saldrán con una vivencia grabada no en la retina, sino en la memoria sensorial, en ese lugar íntimo donde el arte transforma, aunque no siempre se vea.







